Mientras la capital duerme, más de 26.000 vigilantes nocturnos velan por la seguridad de edificios e infraestructuras
Es un trabajo solitario que dificulta la conciliación familiar, como explican Eduardo, Enrique, Roberto o Nerea
Manuel lleva ya muchas guardias en la mochila. Las suficientes como para haber hecho suyo el consabido refrán de que "en la oscuridad, hasta tu propia sombra te abandona". A sus 59 años, si hay algo que agradece este vigilante de seguridad es precisamente el respaldo de sus colegas de turno. Después de tres décadas en la profesión, Matadero Madrid es su lugar de trabajo desde hace tres años. Esta noche le toca a él hacer la primera ronda a pie. Linterna en mano, recorre las distintas instalaciones del recinto comprobando que todo está en orden. Mientras tanto, sus compañeros se reparten la patrulla en coche y el control de las pantallas. Así, supervisan las diferentes naves del complejo: desde la Cineteca hasta la Casa del Lector, pasando por la cantina, uno de los espacios que más tarde suele echar el cierre. "Vamos rotando entre nosotros cada dos horas para hacerlo más llevadero", explica.
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