jueves, 24 de agosto de 2017

El crecimiento económico debe traducirse en mejores empleos y salarios más elevados

Unión General de Trabajadores

Mientras no se reduzca la desigualdad y la pobreza el incremento de la economía será desequilibrado y estará enfermo

UGT | jueves, 24 de agosto de 2017
​Pese a que la economía sigue creciendo a un ritmo muy notable (3,1%, superior incluso al esperado) UGT alerta sobre un modelo de crecimiento desequilibrado y enfermo, en el que crecen la actividad y los beneficios empresariales, pero en el que la recuperación no llega a las familias. La reforma laboral del Gobierno ha propiciado un crecimiento, basado en la rebaja de los costes laborales (continúan descendiendo, un 0,4% anual), que no impulsa el necesario cambio del nuestro modelo productivo.
UGT reclama otra política económica que potencie el sector industrial, que promueva el empleo estable y de calidad, y que reequilibre el peso de fuerzas en la negociación colectiva, actualmente muy favorable a las empresas. Para ello es imprescindible derogar la reforma laboral.
Asimismo, demanda fortalecer los instrumentos de protección social esenciales, como las pensiones, las prestaciones por desempleo y las prestaciones sociales y los salarios, especialmente los más bajos (porque prácticamente la mitad de los asalariados y asalariadas no perciben siquiera 1.000 euros netos al mes). El  sindicato considera que una política económica que no reduce la pobreza y la desigualdad y que no mejora la calidad de vida de los más desfavorecidos es una política fracasada.
Los datos de la Contabilidad Nacional Trimestral del segundo trimestre de 2017, publicados hoy por el INE, recogen un aumento trimestral del PIB del 0,9% y un aumento anual del 3,1%, una décima más que en el trimestre anterior, tal y como ya estimó el avance conocido el 28 de julio. Esto significa que la economía española sigue creciendo a un ritmo muy notable. De hecho, la realidad ha superado las expectativas, y se espera que el año termine con un aumento medio del PIB del 3% o superior, frente al 2,3% que se estimaba a finales de 2016.
Es importante que este crecimiento de la actividad continúe y se refuerce, para generar más empleo. Pero la política económica del Gobierno no ayuda, porque sigue basada en las mismas erróneas directrices que en los años anteriores, con tres elementos muy preocupantes:
1. Sigue apostando por un modelo de crecimiento agotado, que no genera la riqueza que nuestro país, por potencial, puede y necesita. Seguimos compitiendo en base a bajos costes laborales (en el segundo trimestre cayeron un 0,4% respecto del mismo trimestre del año anterior), e impulsándonos de manera excesiva en dos sectores: el turismo y la construcción (crecen a un ritmo del 5,9% y del 4,8% anual, respectivamente). Ambas actividades son imprescindibles y de gran relevancia para el país, pero necesitamos modernizar y diversificar sus líneas de negocio. Y, sobre todo, necesitamos una mayor aportación de la industria y de los sectores de servicios más avanzados, que son los que generan más valor añadido y empleo más estable y mayor calidad.
2. La regulación laboral de nuestro país promueve la creación de empleo precario y de mala calidad. Aumenta el empleo (2,8%), pero cae la jornada por trabajador asociada al mismo (-1%), en un signo inequívoco de que ese empleo es cada vez de peor calidad, a tiempo parcial y temporal.  Es el efecto de la reforma laboral de 2012, impuesta por el Gobierno del PP, que resulta incompatible con un crecimiento sano y sostenible, que genere empleo estable y más productivo, que es lo que necesita nuestro país. Por eso la derogación de esa reforma es imprescindible para que el crecimiento económico se traduzca en una creación de mejor empleo.
3. A pesar del crecimiento del PIB, no se están reduciendo los niveles de pobreza y desigualdad, que son de los más elevados de la Unión Europea. Y ello se debe, por un lado, a la elevada precariedad del empleo, y por otro, al recorte de prestaciones y servicios públicos esenciales que este Gobierno realizó desde 2012, y que no ha repuesto. La reducción de la pobreza y de la desigualdad debe ser un objetivo central de la política económica, y para este Gobierno no lo está siendo, porque nada hace para lograrlo. Es algo que señalan ya todos los principales organismos internacionales, y que impide que se pueda hablar de recuperación económica o de salida de la crisis. Porque una política económica que no reduce la pobreza y la desigualdad y que no mejora la calidad de vida de las capas sociales más desfavorecidas es una política fracasada. 
En definitiva, crece el PIB, pero no mejora la calidad de vida de las familias, y en especial de aquellas con menores ingresos. Crece la actividad de las empresas y sus beneficios (a un ritmo del 3,6% anual), pero se sigue reduciendo el poder de compra de una mayoría de trabajadores y trabajadoras, que no pueden llegar a fin de mes (la remuneración por asalariado ha vuelto a caer, un 0,1%).
Necesitamos otra política económica, que impulse el sector industrial, que promueva el empleo estable y de calidad, y que reequilibre el peso de fuerzas en la negociación colectiva, actualmente muy favorable a las empresas.
Es también imprescindible fortalecer los instrumentos de protección social esenciales, como las pensiones, las prestaciones por desempleo y las prestaciones sociales, porque inciden de manera directa sobre las personas que más dañadas han resultado durante la pasada crisis, y que necesitan ayuda para mantener niveles de vida dignos.
Y es igualmente imprescindible mejorar los salarios, y sobre todo los más bajos, que son los que más han sufrido la devaluación salarial de los últimos años. No es de recibo que prácticamente la mitad de los asalariados y asalariadas en España no perciban siquiera 1.000 euros netos al mes, bien porque trabajan menos horas de las que desean (con contratos a tiempo parcial involuntarios) o porque, trabajando a jornada completa, su salario se sitúa en el límite del salario mínimo interprofesional o tan solo ligeramente por encima.
Esta situación es insostenible.
Si la economía crece a un ritmo del 3% y la mayor parte de las empresas obtienen ya cuantiosos beneficios, esta situación de bonanza debe traducirse en mejores empleos y salarios más elevados. Lo contrario es síntoma de una economía enferma de desigualdad e injusticia.

 

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