
La agresión de un grupo de grafiteros a tres viajeros del Metro de Barcelona durante la madrugada del domingo 4 de noviembre, en la línea 4, ha destapado el fenómeno de los encapuchados que pintan trenes, ahora ya no solo en cocheras, sino tras detenerlos en una estación con pasajeros dentro. Fue el episodio más grave, pero forma parte de un problema antiguo que agobia a las empresas ferroviarias, por costoso.
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