La vigilante, que arrastra las secuelas de una larguísima y dolorosa convalecencia, complicada con una úlcera, podría pasar a la pequeña gran historia de Barcelona como una de las heroínas anónimas de aquel día. Ella, los bibliotecarios y una legión de ciudadanos. Como los funcionarios públicos, policías, bomberos y sanitarios. Los camareros del Boadas. leer mas en la fuente: lavanguardia.com
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